Cuando alguien decide regresar a una ciudad es porque la ciudad se ha quedado en él primero. Esto le pasó a Manuel de Falla con Granada, incluso antes de que llegara hace ya un siglo. Desde pequeño, había sentido una enorme atracción hacia la ciudad de la Alhambra. Esta se intensificó cuando coincidió en París con un granadino insigne, el músico Ángel Barrios. Aquel encuentro supuso el empujón que necesitaba para viajar a la tierra de sus sueños. Y la verdad es que no lo defraudó. Después de una visita fugaz, se instaló y se quedó con su hermana durante 20 años. Los años más productivos de su obra musical, ¿quieres saber cómo fueron aquellos años?
Casa de Manuel de Falla en Granada: 20 años en el Cármen de la Antecuerela
Si has hecho alguna visita a la Alhambra, seguro que te has preguntado ¿cómo fue vivir aquí? Muchos nos hacemos esta pregunta en tiempo condicional ¿Cómo sería vivir aquí? Despertar y ver el Generalife, los patios, las albercas… Quizá sea el sueño de todas las personas que hemos pisado la Alhambra. En su segunda visita, Falla tuvo la suerte de poder hospedarse en el Cármen de la Antecuerela, justo al lado de Alhambra. Pero resulta que en 1919, vivir al lado de la Alhambra era bastante distinto a como lo sería hoy.
Aquel lugar tenía todo lo que ansiaba un artista de principio de siglo, como sucedía en el Montmartre de París de los aquellos años 20. Los artistas y músicos como Falla estaban tan entusiasmados con las vanguardias como con las raíces de los pueblos y el arte popular, ¿habría algo más vanguardista en la música clásica que introducir el tema de las pasiones de la gente corriente y de los marginados? Además de las vistas, esto explicaría el entusiasmo de Falla por Granada, así como que esos 20 años fueran los más productivos de su carrera.
Gracias a su estancia en aquel Cármen pegado a la Alhambra, pudo entrar en contacto con la tradición andalusí, pero también con el flamenco más puro de los gitanos del Sacromonte. El universal Falla, como Lorca, supo reconocer la belleza y la complejidad de una música sin partituras, que se enseñaba de generación en generación, desde la cuna hasta la muerte. Tanto es así que era habitual que las madres dijeran de sus hijos “mi niño cantaba antes de nacer”, “mi niña taconeaba cuando aún la tenía en el vientre”. Manuel de Falla se nutrió no solo de un modo de hacer música sino de una manera de entender la vida a través del arte, para componer obras tan eternas como el “Amor Brujo”. Y esto dentro del contexto de la música clásica, tradicionalmente dedicada a la aristocracia y, que, por tanto, reflejaba sus usos y costumbres.
Manuel de Falla, Federico García Lorca y los intelectuales de Granada
Cualquier arte, por solitario que sea en su ejecución, es el resultado de la observación y de las conversaciones entre otros artistas y amigos. Cuando Manuel de Falla llegó a Granada (Tours Granada), se encontró con una ciudad rica intelectualmente y que, además, lo consideraban un maestro. Por ejemplo, en cuanto Federico García Lorca, músico también, se enteró de la llegada del gaditano, quiso conocerlo e intercambiar impresiones con él. A pesar de sus caracteres opuestos, pronto conectaron: precisamente porque ambos admiraban el arte y la cultura popular, junto con la técnica y el rigor en las obras artísticas. De hecho, Falla tuvo un papel esencial para que Lorca fuera más disciplinado con su obra e investigara con mucha más intensidad.
La relación entre ambos era muy curiosa. Mientras Federico García Lorca, charlaba y vivía las calles de Granada en tertulias como la del Rinconcillo; en la taberna que había dentro de la Alhambra regentada por el padre de Ángel Barrios y donde el flamenco estaba siempre presente; en el Sacromonte, aprendiendo con los gitanos… Manuel de Falla se concentraba en su trabajo, estudiaba, y esperaba como agua de mayo las visitas del joven Lorca. Este le contaba los chismes, las discusiones de las tertulias, los ritmos que había aprendido, las dudas que le generaba su propia obra… La casa de Manuel de Falla era todo un templo para nuestro poeta universal, solo que dentro del templo había un amigo y no un dios.
La simbiosis y el amor por lo popular fue tal, que juntos impulsaron el primer Concurso de cante jondo de la historia. Todo un hito para el flamenco en el mundo, gracias en parte a la presencia de Falla en su convocatoria. Federico aún era joven, por lo que Manuel de Falla aportaba el prestigio. Si alguien como él estaba detrás de aquello, algo bueno tendría que haber. Por eso, el concurso se ganó la atención de muchas personas, incluso de la burguesía granadina, por entonces desconectada completamente del tesoro que el Sacromonte escondía. Finalmente, ese concurso fue el principio de la puesta en valor del flamenco.
Teniendo en cuenta la intensidad del estudio y del intenso contacto con Granada y sus intelectuales, no es de extrañar que compusiera aquí sus mejores obras: El amor brujo, El gran teatro del mundo, el Sombrero de tres picos, Homenajes, Concerto per clavicémbalo, Romance de Granada, comenzó su Atlántida…
Manuel de Falla y Granada vivieron, es verdad, ese amor brujo que se produce entre los amantes apasionados que saben sacar lo mejor el uno del otro. Granada le dio cultura, pasión, amigos, hermanos, flamenco, y Falla nos dio muchas de las mejores piezas jamás compuestas y el impulso creador al poeta eterno, Federico García Lorca. Además, ambos pusieron en el mapa artístico del mundo un arte que ha cruzado todas las fronteras: el flamenco ¿Cómo no íbamos a celebrar el centenario de su llegada a Granada?